Capítulo
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Verso

Romanos 8:35

LBLA ¿Quién nos separará del amor de Cristo ? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada ?
NBLA ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
NVI ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?
RV1960 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
JBS ¿Quién nos apartará de la caridad del Cristo? ¿tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o cuchillo?

¿Qué significa Romanos 8:35?

Este capítulo nos ha indicado que aquellos que están en Cristo (Romanos 3: 23–26) pueden esperar un futuro en el que participarán en la gloria de Dios (Romanos 8:18). Al mismo tiempo, todavía no hemos llegado a ese punto. Por ahora, sufrimos junto con el resto de la creación, la cual ha sido devastada por el pecado; gemimos de nostalgia por estar junto a Dios; esperamos pacientemente a que se cumpla esa esperanza (Romanos 8:19–23). Pablo animó a sus lectores a comprender que, sin embargo, aunque el sufrimiento está presente, Dios continúa estando ahí por y para nosotros. Dios ha estado ahí por nosotros desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4), y ha demostrado el amor que siente hacia nosotros al sacrificar a Su propio Hijo para que fuera posible adoptarnos para convertirnos en Sus hijos (Juan 3:16–18).

Pablo ahora dice que nunca deberíamos interpretar la oscuridad de nuestra vida terrenal como evidencia de que Dios no nos ama. En realidad, nada de lo que hagamos puede impedir que Cristo nos ame, y nada de lo que nos suceda puede resultar en que Cristo deje de amarnos. Pablo elabora una lista con algunas de las peores cosas que pueden sucedernos en esta vida, incluidas las pruebas, las dificultades, la persecución por nuestra fe en Dios, el hambre, la falta de ropa o refugio, las amenazas físicas o la muerte por violencia; pero nada de esto puede separarnos del amor de Cristo; nada de esto significa que Cristo ha dejado de amarnos. De hecho, es junto lo contrario. Dios nos ama lo suficiente como para ayudarnos a superar estas cosas (Juan 16:33).

Pablo lo habría sabido mejor que nadie, ya que él mismo experimentó la mayoría, si no todas, de esas dificultades (2 Corintios 11:23–29) y permaneció convencido de que Cristo lo amó en todo momento.
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