¿Qué significa Romanos 9:21?
Pablo está respondiendo a algunas preguntas imaginarias que los lectores de su carta pudieran tener después de haberla leído. Pablo ha estado argumentando que Dios puede darle misericordia a quien quiera. Dios hace esto basándose únicamente en Sus propios propósitos y Su gloria (Romanos 9:15–16). Nadie "se merece" Su gracia y Su misericordia, por definición (Romanos 3:10; 3:23). De modo que no hay nada injusto en que Dios les conceda Su misericordia a unos y no a otros. De hecho, tampoco hay nada malo en que Dios use a propósito Sus creaciones para demostrar Su gloria (Romanos 9:17–18).El último ejemplo de Pablo fue el de Faraón, en el Éxodo, a quien Dios le permitió tener un corazón endurecido, el cual contribuyó a que Dios enviara más plagas sobre Egipto. Pablo se imagina a sus lectores preguntando, en esencia, "¿cómo podría Dios culpar al Faraón por resistirse si el Faraón no tenía otra opción sino hacerlo?"
En el versículo anterior, Pablo cambió las tornas: ¿quiénes somos nosotros, como simples humanos, para cuestionar a Dios? Más concretamente, ¿cómo podemos nosotros, como cosas creadas, cuestionar a nuestro Hacedor?
Siguiendo esa idea, Pablo pregunta ahora si un alfarero tiene el derecho de hacer lo que quiera con la arcilla. ¿Se le permite hacer una vasija para cosas "honorables", como sostener flores u objetos de valor, y otra vasija para cosas "deshonrosas", como un inodoro o un cubo de basura, del mismo montón de arcilla? Por supuesto, el alfarero tiene el derecho absoluto de hacer lo que quiera con la arcilla; y Dios tiene el derecho absoluto de hacer lo que quiera con el hombre.
Lo que dice Pablo sobre que Dios puede hacer lo que quiera corrige de algún modo la manera habitual que tenemos de pensar acerca de Dios y de nosotros mismos. El Hacedor decide lo que creará y lo que hará con ello. Las cosas creadas no tienen voz en el asunto, ni moralmente ni desde ningún otro punto de vista, por mucho que nos sorprenda y queramos quejarnos sobre ello.
La respuesta de Pablo es dura, y va más allá del argumento en sí. Esa combinación de verdad y humildad es la razón por la que nos resulta difícil aceptar esta idea. Pablo modificará ligeramente este punto de vista durante los versículos siguientes, enfatizando el amor y la misericordia que Dios les muestra a algunos, pero no a todos. La idea más importante de Pablo es que, aunque Dios es amoroso, bondadoso y justo, no le debe nada a ninguna persona humana. Todo lo que nos da es un regalo a través de Su gracia.
Esta, de hecho, es una idea clave a la hora de apreciar el evangelio. Si Dios les debiera su misericordia a algunas personas, o a cualquier pueblo, entonces no habría cabida para el concepto de la gracia (Romanos 4:2–5; 11:6). La razón por la que las Escrituras hablan del amor de Dios en términos tan asombrosos (Juan 3:16) es porque no nos lo merecemos. Éstas son dos caras inseparables de la misma moneda: Dios tiene el derecho soberano de hacer lo que quiera con Su propia creación y, sin embargo, elige mostrarnos a algunos de nosotros una profunda misericordia a través de la salvación.