¿Qué significa Marcos 14:24?

En la Biblia, la vida espiritual está representada por el pan (Juan 6:22–71) y el agua (Juan 4:13–14), pero la sangre es la metáfora más profunda que Dios usa durante las Escrituras. Ya que la vida física de un animal está en su sangre (Levítico 17:11; Génesis 9:4), Dios usa el sacrificio de la sangre para restaurar la vida espiritual. Durante la última de las diez plagas de Dios contra Egipto, los israelitas cubrieron los dinteles y los postes de sus puertas con la sangre del cordero pascual. Dios pasó por alto las casas que estaban marcadas con sangre, pero los primogénitos de las casas de los egipcios murieron (éxodo 12:1–32).

Ese mismo día, los discípulos sacrificaron el cordero pascual para que Jesús y los discípulos pudieran conmemorar el evento original (Lucas 22:8). Ahora, Jesús usa el vino como una representación visual de la sangre que acabará derramando. Dios aceptará el sacrificio de Jesús y se lo aplicará a nuestra muerte, una que está "empapada por el pecado". El impacto de la muerte espiritual "pasará por alto" a aquellos de nosotros que aceptamos la sangre de Jesús en Su nombre. Por lo tanto, no es necesario derramar más sangre para obtener el perdón de Dios (Hebreos 7:27).

Sin embargo, los discípulos no se pusieron el vino en la frente, sino que se lo bebieron. En cambio, los israelitas pintaron los marcos de sus puertas con la sangre de los corderos y no se la bebieron. Comer sangre es tabú en la cultura judía. Dios lo prohibió antes de instaurar la Ley mosaica, y es una de las pocas leyes que Dios le dio a Noé directamente después del diluvio (Génesis 9:4). Esta puede ser la razón por la que Jesús les dice a los discípulos que el vino representa Su sangre después de que hayan terminado de beber. Al beber la "sangre", simbolizan que el poder sanador de Jesús está dentro de ellos; no son tumbas blanqueadas que solo parecen estar limpias (Mateo 23:27); sino que se renuevan de adentro hacia afuera, y se les dan corazones nuevos (Ezequiel 11:19).

Este es el nuevo pacto. Los sacrificios de sangre realizados en el altar del templo cubrieron los pecados del pueblo, pero solo Dios puede renovar los corazones de las personas (Jeremías 31:31–33).